jueves, 24 de abril de 2008

¿Estamos listos para enfrentar un desastre?



La mayoría de los dominicanos aún guardan en la memoria la escalofriante escena de personas lanzándose al vacío desde los pisos 90 al 110 de las Torres Gemelas del World Trade Center, de Nueva York, en Estados Unidos.

Eso ocurría en una nación donde los organismos de socorro cuentan con los más modernos equipos del mundo. Los bomberos nada pudieron hacer para salvar esas vidas.

Lo ocurrido en Estados Unidos es una muestra de que ninguna nación está libre de una catástrofe de gigantescas proporciones, máxime si se trata de un país donde no hay cultura de prevención y los organismos de socorro no tienen poder coercitivo para hacer cumplir las reglas de seguridad.

En el almuerzo del Grupo Corripio, el jefe del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, y los directores de la Defensa Civil y del Instituto de Sismología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo confiesan que estos organismos no tienen capacidad para hacer cumplir las normas de seguridad que establecen las leyes.

“Nosotros confiamos en que la Secretaría de Obras Públicas y los ayuntamientos hagan bien su trabajo a la hora de otorgar los permisos para construcciones”, manifestó el contralmirante Radhamés Lora, director de la Defensa Civil.

Más aún, el jefe del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo, general Luis Coss Garrido, dijo con aires de impotencia que ha pedido a las constructoras de las grandes torres que dejen vacías las azoteas para que pueda aterrizar un helicóptero de rescate en caso de una emergencia. Por supuesto, nadie le ha hecho caso.

Las normas de seguridad en el país son simples palabras bonitas que adornan los anaqueles de los funcionarios, ya que son muy pocos los que les hacen caso.

El director del Instituto de Sismología, ingeniero Juan Payero, manifiesta que el 99 por ciento de los edificios del país son construidos sin un previo estudio sismológico. El porcentaje no corresponde a un estudio ni a nada que se le parezca, sino a una forma coloquial de decir que en República Dominicana muy pocos cumplen las reglas establecidas para proteger las vidas de la gente.

Frente a ese panorama no cabe la menor duda de que corremos el riesgo de una gran catástrofe con la combinación de algún fenómeno natural y la displicencia humana o, como ocurrió en Estados Unidos, por la iniciativa de alguien que quiera provocar un daño premeditado.

El 1998 fue un año trágico para el país. Las cifras oficiales indican que murieron 287 personas como consecuencia del paso del huracán Georges, pero lo cierto es que nadie sabe con seguridad cuántas personas perdieron la vida por la incapacidad de las autoridades de socorro, la desinformación y el desconocimiento de la población de qué hacer en caso de una emergencia o catástrofe.

Un informe preparado por una comisión del Senado de la República, que encabezó la hoy vicepresidenta Milagros Ortiz Bosch, aseguraba que sólo en el sector conocido como “La Mesopotamia”, en San Juan de la Maguana, murieron más de dos mil personas a causa de la crecida del río Maguana y el desborde de la presa de Sabaneta.

HURACANES Y SISMOS
En un territorio que cada año es amenazado por el paso de los huracanes, lo más normal es pensar que su población esté preparada para enfrentarlos y tomar las medidas necesarias para minimizar su daño. Sin embargo, la historia ha demostrado lo contrario. Desde la época de la Colonia los ciclones han provocado grandes perdidas humanas y materiales y todavía los habitantes de República Dominicana no han desarrollado una cultura de protección frente a estos fenómenos naturales.

San Zenón fue el huracán que marcó el inicio de la Era de Trujillo. Santo Domingo quedó devastada, miles de personas murieron y una gran estilla se clavó en una palma para formar la cruz que simbolizó la tragedia que representó ese fenómeno para el país.

Situaciones similares se vivieron cuando el huracán David y la tormenta Federico hicieron añicos parte de la infraestructura nacional y la producción agropecuaria. Al hoy presidente Hipólito Mejía le correspondió dirigir desde la Secretaría de Agricultura el programa de reconstrucción del sector agropecuario, y meses después se logró, pero nadie podía reponer las vidas que se perdieron.

Pero no son sólo los huracanes los que representan una amenaza para República Dominicana. El territorio nacional está sobre fallas geológicas que tienen actividad constante, lo que nos convierte en un país vulnerable a los terremotos.

Hoy la denominada “La Vega vieja” no es más que un montón de ruinas a la que van algunos turistas para contemplar lo que fue la sede de la primera diócesis del Nuevo Mundo. Un terremoto ocurrido en los tiempos de la Colonia hundió las edificaciones que habían hecho los españoles.

Los más ancianos aún recuerdan el terremoto de agosto de 1946 “cuando el mar se retiró” y luego volvió con una furia descomunal sobre Nagua, dejando una estela de destrucción y muerte. Se trata del ya histórico “maremoto de Nagua”. Ese mismo movimiento tectónico provocó pérdidas humanas y materiales en San Francisco de Macorís y Moca.

Payero insiste en lo que ya todos tenemos como un axioma: “El dominicano pone candado después que le roban”. Recuerda que a raíz del fuerte temblor del 24 de julio de 1986, que atemorizó a gran parte de la población, se emprendieron proyectos para tener una cobertura nacional de estaciones sismológicas, pero el proyecto corrió la suerte del olvido después que se fue el susto.

El desconocimiento de las normas de seguridad sísmicas empiezan en el Estado mismo. Revela que los elevados y los túneles construidos durante la administración del presidente Leonel Fernández no fueron acompañados de los estudios sísmicos requeridos por obras de esa magnitud. “Por eso ustedes vieron que al principio, con un aguacero de tres horas, se desprendieron parte de las paredes del túnel de la avenida 27 de Febrero con Máximo Gómez”.

LOS INCENDIOS
Pero también la población dominicana se ve amenazada constantemente por los incendios provocados por la explosión de tanques de gas propano, por velas encendidas dejadas por personas desaprensivas cerca de prendas de vestir y otros objetos vulnerables al fuego.

El director de la Defensa Civil y el jefe del Cuerpo de Bomberos hablaron de los incendios en lugares muy poblados y desorganizados, como por ejemplo en Los Tamarindos, ubicado en la zona oriental de la capital, donde las labores de rescate se complican bastante porque sus habitantes carecen de una cultura sobre desastres.

Pero también situaciones similares se dan cuando los bomberos tienen que apagar un siniestro en el piso 12 de un edificio, pues sus escaleras sólo alcanzan hasta el piso 11. Coss Garrido comentaba que tuvo la intención de comprar una escalera que llegara hasta el piso 20, pero que los jefes de bomberos le habían dicho que una vez tuvieron una, pero que fue quemada por los propios miembros porque más allá del piso once no hay seguridad con ese tipo de artefacto.

“Esta situación es difícil para nosotros, porque no contamos con escaleras para sofocar incendios localizados muy altos, pero tampoco esas edificaciones altas cuentan con escaleras para casos de emergencia, ni con extintores suficientes para sofocar un fuego”, sostiene el jefe del Cuerpo de Bomberos de Santo Domingo.

Citó el caso de la Torre Ambar, ubicada en la avenida Abraham Lincoln con John F. Kennedy, donde se produjo un incendio en el piso número ocho, donde el Cuerpo de Bomberos actuó y realizó la labor de rescate de las personas que estaban atrapadas y pudieron además sofocar el incendio. Pero si hubiera sido en un piso más alto el relato hoy fuera diferente.

Es por ello que luego de las experiencias de Georges y otras relacionadas con incendios y movimientos sísmicos las instituciones de socorro del país se unieron para formar la Comisión Nacional de Emergencia, en la que involucran a más de 20 instituciones estatales en el interés de prepararse y estar en capacidad de enfrentar emergencias de envergadura y catástrofes, y claro está salvar vidas humanas.

Esta iniciativa nació en el 1981, sin embargo es ahora en el gobierno de Hipólito Mejía cuando se están aunando los esfuerzos para ponerlo en marcha tal y como está elaborado y establecer responsabilidades en cada una de las instituciones que lo conforman.

Lora Salcedo, director de la Defensa Civil, manifestó que con la creación de esta Comisión se superó el protagonismo, avasallamiento y la competición que se daba entre las entidades de socorro, además de que anteriormente sólo había preocupación por los fenómenos atmosféricos pero ahora también se piensa en la posibilidad de prevenir a la población en caso de terremotos. Incluso se habla de premoniciones o avisos de movimientos de tierra perceptibles que pudieran traer consecuencias fatales.

“Todos los organismos de socorro estamos unidos para perseguir los mismos propósitos, aunque todavía hay cosas que se nos escapan de las manos, como es, por ejemplo, el cierre de un edificio que no reúne las condiciones de seguridad para que vivan seres humanos”, sostuvo Lora Salcedo.

En estos casos, tanto él como el jefe de los bomberos dijeron que lamentablemente en el país hay padrinazgos, es decir, personas, compañías o empresas que son intocables, pero que este tipo de situación debe comenzar a cambiar porque se trata de salvar vidas humanas.

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Cuerpo de Bomberos San Pedro de Macorís